jueves, 8 de febrero de 2018

La mitad dormida

Me quedé
esperando una respuesta,
en el cristal de la ventana grande
de aquel aula,
que tu alma tan pronto abandonó.

Solté mi respiración como humo
y el cristal, sé que empañó,
y no hubo respuesta de nadie.

Y te sentí,
dibujando con el dedo
un círculo pensado
formando un corazón.

Tengo
el recuerdo de tu voz.

Vuelvo a la escalera,
para cogerte de la mano
y sentirme dentro
de tu última sonrisa
y prenderla en soledad acompañado de ti
con la última de mis velas.

Vuelve,
tu voz a mi mente,
tu ternura,
tu último pensamiento
grabado en el recuerdo
que más que pasado es presente.

Te dejé llevarte conmigo
intentando olvidar el día
que me despedí de ti.

Y te veo...
No puedo dejar de hacerlo.

Eres:
todos los días que sonrío,
todas las mañanas deshabitadas
y todas las bajadas de mis ríos.

Te añoro amigo mío.
Estás mucho más cerca
que muchos que de cerca
creen ser vivos.

Nunca dejaré
de sentarme en ese banco,
con un árbol por brazo.

Imagino sus raíces
adentrándose en la tierra
para tocarte por debajo...
Voy con ellas.

Si pudieras cogerme de la mano
daría un paseo contigo
por sentirte
como lo hace un hermano.


                   
           A José Ramón González Esteban.









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